«Guerra de guerrillas», un manual del voluntario uruguayo Juan José López Silveira

 

Juan José López Silveira, alias el Tape, fue uno de los militares uruguayo que fueron como voluntarios a la guerra civil española. Llegó a ser capitán en el Ejército Popular de la República, y a su regreso, coronel en el Ejército uruguayo. Participó activamente en los frentes de Extremadura, Córdoba y Castilla-La Mancha. Uno de sus últimos cargos fue el de director de la 200 División de Guerrilleros, una unidad creada -como él mismo narra- en 1938 e integrada en el XIV Cuerpo de Ejército.

Hasta ese momento las guerrillas en el bando republicano no habían estado funcionando de forma coordinada con el ejército regular. López Silveira fue un firme defensor de la guerra de guerrillas, especialmente en las guerras de liberación tras las conquistas enemigas. Inició la genealogía de esta forma de lucha en el caudillo lusitano Viriato y su enfrentamiento con Roma, y detalló su momento álgido en la guerra de independencia de España frente a Napoleón. Según López Silveira, era necesario contar tanto con la colaboración de la población civil como con la firmeza de guerrilleros fuertemente politizados que creyeran en la causa.

El libro -el manual militar- fue escrito en 1944, en plena Segunda Guerra Mundial. Cuenta con numerosos ejemplos de guerrillas y tácticas guerrilleras de la URSS frente a la ocupación nazi, de las guerrillas chinas frente a los conquistadores japoneses, de los partisanos yugoslavos (comandados por el ex brigadista internacional Mariscal Tito) contra la guerrilla ultranacionalista de los «chetniks», de los «maquis» franceses frente a los nazis de Vichy, o de los ex brigadistas internacionales británicos que entrenaban en las afueras de Londres a unidades de guerrilleros para que estuvieran preparados en caso de conquista alemana.

En un interesante enlace entre tácticas y luchas guerrilleras (en España llegaron con cierta intensidad hasta 1950 en sectores montañosos tanto de Andalucía, como Galicia, Asturias y León, o el sistema Ibérico), Juan José López Silveira acudió a Cuba poco después de la revolución, en 1961. Allí le quiso regalar su Guerra de guerrillas al Che Guevara, avisándole de que este manual ya estaba desfasado. El Che le contestó con un «¡Coronel! ¡Cómo no voy a conocer este libro!«. No obstante los guerrilleros del Gramma ya habían tenido contacto con las tácticas guerrilleras españolas de forma directa con su instructor en tierras mexicanas, el general republicano en el exilio Alberto Bayo.

Seleccionamos a continuación los pasajes de Guerra de guerrillas en los que se alude o se utilizan ejemplos de la guerra civil española, pues en muchos casos son testimonios de primera mano de este voluntario uruguayo que nos acercan a una forma de lucha muy particular que todavía duró más de una década desde el final de la contienda. Una parte de este libro ya fue subida como entrada independiente, a cuenta del uso de las unidades de ametralladoras, en las que nuestro protagonista también fue instructor.

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INTRODUCCIÓN

(…) En la guerra de España, los guerrilleros republicanos aparecieron en la retaguardia franquista sin preparación técnica. Fue necesario organizar, después de un año y medio de guerra, algunas escuelas de guerrilleros para completar los conocimientos prácticos adquiridos en la lucha, dándoles al mismo tiempo unidad doctrinaria. Yo tuve oportunidad de dirigir la escuela divisionaria de los guerrilleros de Extremadura durante cuatro meses. Los cursos intensivos duraban de seis a ocho semanas y en ellos, además de la táctica de guerrillas, se enseñaban elementos de táctica de infantería, de explosivos, de topografía, de tiro y de cultura política. Con estos conocimientos básicos en su poder, los guerrilleros volvían a la retaguardia enemiga. Pero es evidente que la base hay que adquirirla antes y no después de la acción, si se quiere que ésta sea eficaz desde el principio.

Desde la guerra de España hasta acá han transcurrido varios años. En ellos los pueblos de Europa se han adueñado, a costa de mucha sangre, de la táctica de guerrillas, haciéndola progresar en muy alto grado. Muchos de esos adelantos son lógicamente ignorados en América Latina; pero los hechos han demostrado que no se puede desestimar el rol de las guerrillas en las luchas armadas. (…)

LAS GUERRILLAS EN ESPAÑA

El pueblo español posee una gloriosa tradición de guerrillas. Allí llaman “el primer guerrillero” a Viriato que en el año 150 antes de Cristo acaudilló a los campesinos iberos contra las disciplinadas legiones invasoras del imperio romano. Veinte siglos después, en 1812, el ejército de Napoleón fue derrotado en el mismo terreno por las guerrillas de El Empecinado y Mina. A Thiers, el historiador de la época napoleónica, pertenecen estos comentarios:

“A la larga el sistema de guerrillas infatigablemente sostenido debía destruir a los más numerosos y valientes ejércitos, porque un ejército cuyos destacamentos son destruidos es un árbol al que se le cortan las raíces, destinado por tanto a languidecer primero, a secarse después y a morir por último”.

Un general del Emperador escribía:

“Las guerrillas españolas son la imagen de la hidra y sería necesario un Hércules que les arrancase simultáneamente sus infinitas cabezas”.

Y al Capitán Quinteau, del Estado Mayor francés, pertenece el siguiente párrafo, cuya permanencia en el sentido militar está demostrada por la historia:

“La guerra de España abrió nuevos horizontes a los adversarios de Napoleón demostrando que un pueblo en insurrección podía triunfar de ejércitos hasta entonces victoriosos y que simples guerrilleros encarnizados en torno de poderosas columnas francesas eran capaces de derrotarlas al por menor”.

No puede sorprendernos que en 1936 miles de guerrilleros se levantaron contra los ejércitos de Franco. En Andalucía, Badajoz, Cáceres y Asturias, pequeños grupos de patriotas se refugiaban en las montañas cuando los pueblos y ciudades de esas provincias caían en poder de los rebeldes franquistas. Poco a poco los núcleos aumentaron y llegaron a ellos algunos especialistas, que les llevaban armas y conocimientos técnicos para proseguir la lucha contra el enemigo.

Después se constituyó el XIV Cuerpo de Ejército, comandado por el Mayor Domingo Hungría y el Comisario político Ángel Soriano, compuesto de cuatro divisiones que operaban en las retaguardias enemigas de los frentes de Cataluña, Centro, Extremadura y Andalucía. Los resultados militares que se obtuvieron, no por reducidos dejaron de ser brillantes. Y si en los tres años de guerra las guerrillas no tuvieron una mayor amplitud hay que atribuirlo, en parte, a la incomprensión evidenciada por los dos primeros ministros de guerra, Largo Caballero y Prieto, influidos seguramente por asesores sin fe en la guerra de guerrillas. Durante el ministerio de Indalecio Prieto un comandante del sector de Don Benito (Badajoz), hizo encarcelar a un guerrillero que se presentaba en las filas leales procedente de la retaguardia enemiga, con el pretexto de que sus sabotajes en terreno franquista podían dar lugar a represalias (!!). Además las guerrillas españolas de 1936 pagaron tributo a su forzosa improvisación. Pero todo esto no fue obstáculo para sus muchas proezas y, solamente en Andalucía, Franco estuvo obligado a movilizar treinta mil hombres con la exclusiva misión de proteger sus comunicaciones contra las audaces incursiones de los hombres del XIV Cuerpo de Ejército que en esa zona no llegaban a mil.

Las guerrillas de España de este período de 1936 a 1939 ofrecen, sin embargo, una característica que las diferencia de las guerrillas europeas contemporáneas de que hemos hablado: eran guerrillas con sus bases en el terreno republicano y operaban por medio de incursiones a territorio falangista, regresando luego a los puntos de partida. Por otra parte, recién en 1938, cuando el Dr. Negrín asumió la presidencia del Consejo de Ministros, las guerrillas contaron con apoyo oficial. De esa fecha es la organización del mencionado xiv Cuerpo de Ejército.

Las infiltraciones en terreno enemigo eran realizadas por grupos numerosos de 200 o 300 hombres que cumplían misiones de varias semanas de duración y que se internaban hasta 300 kilómetros en la retaguardia franquista. Se pensaba en aumentar aún los efectivos y la duración de la permanencia en territorio enemigo, cuando la guerra terminó en el invierno de 1939. Los guerrilleros, sin embargo, siguieron luchando en Asturias, en Galicia, en Extremadura y Andalucía, y hoy se sabe –desde luego que no por información franquista– que los grupos han crecido y que existen en Sierra Morena y en los montes asturianos extensas zonas donde los patriotas son dueños absolutos del terreno. Además su lucha persigue objetivos políticos perfectamente definidos, habiéndose superado la etapa en que se limitaban a pelear para asegurar su subsistencia.

Durante toda la guerra de España, Franco no pudo levantar guerrilleros en la zona republicana. ¿Será este lugar para afirmar que las guerrillas sólo aparecen al lado de los ejércitos que defienden causas justas? Recórrase la historia y se comprobará que si las guerras de independencia han contado muchas veces con el concurso de los guerrilleros, nunca pudieron tenerlos los ejércitos de opresión.

LAS ACCIONES DE GUERRILLAS

España, China y la Unión Soviética han resumido las reglas de la lucha de guerrillas en consejos frecuentemente difundidos en la zona ocupada por el enemigo. He aquí los más comunes:

          Tener la mirada puesta en las vías de comunicación, en las trasmisiones, en los recursos y en la moral del enemigo.

          Buscar el momento oportuno de destruirlos y no dejarlo pasar una vez llegado.

          Retirarse cuando el enemigo ataca.

          Atacar cuando el enemigo se retira.

          No atacar más que de sorpresa y con superioridad de medios. (…)

LA ORGANIZACIÓN Y EL ARMAMENTO

(…) Los guerrilleros españoles iban armados con un rifle de repetición fabricado en Rusia, el “Degtiarov”, de poco peso y manejo sencillo, pero con una extraordinaria rapidez de tiro y un fuego sumamente compacto, condiciones éstas que hacía valer en los golpes de mano y acciones sorpresivas, paralizando por completo al enemigo.

Las tareas de los guerrilleros consumen gran cantidad de explosivos con sus correspondientes mechas, fulminantes, detonadores y dispositivos eléctricos. Los guerrilleros españoles utilizaban pequeñas cajas cuadradas de madera, de veinte centímetros de lado, divididas en dos compartimentos. En el mayor va acondicionada la trilita o el explosivo que se emplee; en el otro, una pila eléctrica y un circuito que se cierra, provocando la explosión, por la acción de un botón de timbre o de un simple hilo de coser, según los casos. Si se trata de destruir un tren se coloca la caja abajo de la vía, de manera que el reborde inferior de ésta, accione sobre el botón, oprimiéndolo, cuando la locomotora achate los rieles. Las vagonetas exploravías, por su poco peso, pasan sin producir la explosión reservada para los trenes. Si el objetivo es un vehículo que ha de pasar por la carretera, la caja se disimula en la cuneta y el hilo de coser se tiene a lo ancho del camino, a dos o tres centímetros sobre el suelo, amarrado por el otro extremo a una rama o a una piedra; al ser aplastado por las ruedas del vehículo el hilo cierra el circuito e instantáneamente se produce la explosión, capaz de hacer volar a camiones de gran tamaño. (…)

LA INFILTRACIÓN EN TERRENO ENEMIGO

(…) La infiltración por mar o a través de los grandes ríos se realiza como una operación de desembarco, en pequeña escala, y se asemeja a la infiltración terrestre en el pasaje de las defensas de costa establecidas por el enemigo. Los famosos comandos ingleses se han especializado en esta operación. Los guerrilleros españoles de 1936 realizaron en gran cantidad penetraciones por tierra y mar, pasando en algunas oportunidades por claros de apenas cien metros de amplitud. Por ellos no podrá pasar inadvertido un ejército, pero sí los guerrilleros, de caminar silencioso.

Cuatrocientos guerrilleros españoles que en febrero de 1939, formando parte del ejército de Cataluña, cruzaron los Pirineos en dirección a Francia, tuvieron una última oportunidad de demostrar las posibilidades que ofrece la infiltración a tropas bien adiestradas. Conjuntamente con otros cincuenta mil refugiados fueron internados por las autoridades francesas en el campo de concentración de Saint Cyprien. Allí ocuparon parte de uno de los veinte sectores en que se dividía el campo, totalmente rodeado de una triple alambrada de guerra y celosamente custodiado por varias unidades de gendarmes y senegaleses armados hasta los dientes. Pero una mañana se pudo observar que el sitio ocupado por los guerrilleros estaba absolutamente vacío y que todos ellos habían desaparecido. Las penosas condiciones de hacinamiento en que vivían los refugiados determinaron la rápida ocupación del claro producido y cuando los gendarmes hicieron su habitual recorrida diaria, no advirtieron cambio alguno.

¿Qué había sucedido? Los cuatrocientos guerrilleros habían burlado la vigilancia francesa del campo de concentración escurriéndose entre centinelas y alambradas. En una noche habían salvado los cuarenta kilómetros que los separaban de los Pirineos y deslizándose entre los dobles puestos de guardias fronterizos estaban otra vez en España, prosiguiendo su lucha contra Franco. Algunos días después las agencias telegráficas trasmitieron noticias de trenes volados, puentes destruidos y otras acciones de estrago ocurridas en Cataluña.

La desinfiltración, operación inversa, ofrece características semejantes, y también exige la previa exploración. Cuando se encuentren los pasos cerrados, porque las condiciones del frente han variado, los guerrilleros tendrán que apelar a veces al recurso de abrirlos a viva fuerza. Una inesperada y violenta irrupción por la espalda del enemigo, con el empleo de las armas automáticas al máximo de rendimiento y de granadas de mano, puede proporcionar un fácil paso.

Un ejemplo de infiltración por mar y de desinfiltración por tierra es el episodio conocido de la fuga de 300 prisioneros asturianos que estaban encarcelados por los franquistas en el fuerte de Motril. Los asturianos fueron liberados por un grupo de treinta guerrilleros que llegaron a tierra enemiga por mar, en un lanchón repleto de armas. Protegidos por la oscuridad, desembarcaron en la costa de Motril, hundieron la embarcación para no ser delatados por su presencia y dirigiéndose al fuerte lo tomaron por asalto. En pocos minutos los prisioneros estaban armados y dispuestos a emprender el regreso a territorio republicano. Fue necesario romper de atrás las líneas enemigas de ese sector de Andalucía. La tarea resultó sencilla para los guerrilleros y sus valientes acompañantes, habituados al golpe de mano y a las acciones de sorpresa. (…)

LA VIDA EN TERRENO ENEMIGO

(…) Un campamento debe estar en condiciones de ser rápidamente trasladado, a un nuevo refugio. En 1938, ciento cincuenta guerrilleros españoles acampados en la sierra de Monsalud (Badajoz) fueron descubiertos por patrullas franquistas que no se atrevieron a atacarlos sin solicitar refuerzos para la «limpieza» de la sierra. Al amanecer, después de una esmerada preparación de artillería, tres batallones enteros de guardias civiles iniciaron la ofensiva subiendo con precauciones las pendientes de ambos lados. Pero los guerrilleros habían observado los preparativos durante la noche y aprovecharon la oscuridad para escurrirse audazmente por un flanco de las tropas enemigas, llegando en poco tiempo hasta una altura situada frente a la que ocupaban. Desde ella, contemplaron con toda tranquilidad el intenso combate librado por más de mil hombres, apoyados por artillería, contra una sierra absolutamente despoblada. (…)

LOS GOLPES DE MANO

(…) Se puede prever diferentes casos de golpes de mano, clasificados por la diversidad de los objetivos. Uno de los de mayor efecto es el que se practique contra los estados mayores y cuarteles generales del enemigo, particularmente contra los puestos de mando de las unidades enemigas empeñadas en combate. Es fácil comprender que este golpe de mano corresponde exclusivamente a las posibilidades de los guerrilleros por las condiciones de su permanencia en la retaguardia del enemigo. El siguiente ejemplo de la guerra de España fue analizado en las escuelas de guerrilleros:

Durante la ofensiva de Levante, iniciada por las tropas franquistas después de su reconquista de Teruel, un grupo de guerrilleros republicanos se enteró, por sus agentes residenciales, de que el estado mayor de una brigada enemiga, participante en los combates que en ese entonces tenían lugar en aquella zona, se trasladaba por las noches desde su puesto de mando del campo a una finca próxima, también en el campo. El golpe de mano nocturno fue preparado y realizado rápidamente por el grupo de guerrilleros que hizo irrupción repentina en la casa, sorprendiendo a los oficiales, eliminando a la guardia y anulando todo intento de resistencia con el fuego intenso de sus armas automáticas y granadas de mano. En pocos minutos aprisionaron al jefe de la Brigada, a su jefe de E. M. y a varios ayudantes, todos los cuales fueron entregados, conjuntamente, con una valiosa documentación, en la zona leal antes del amanecer. Treinta hombres habían bastado para la completa ejecución de esta  hazaña que demandó cuatro hora de tiempo y ocho kilómetros de recorrido. (…)

LOS ACTOS DE PROPAGANDA

(…) Los guerrilleros españoles cruzaban noche a noche las líneas enemigas cargados de volantes y folletos editados por el gobierno republicano para ser distribuidos en la zona franquista. «Mundo Obrero», «Adelante», «La Vanguardia» y otros diarios leales también llegaban regularmente a la retaguardia fascista por ese medio y hasta se ha dado el caso de lectores clandestinos que deseaban pagar su suscripción como en época normal.

Otro aspecto interesante de la propaganda realizada en España por las guerrillas consistía en pintar consignas y frases de sublevación en las paredes de pueblos y caseríos, al salir de sus casas, por las mañana, los habitantes de cualquier pueblo de Extremadura o Andalucía sometidos al fascismo podían leer en las paredes del ayuntamiento, estas frases escritas en caracteres apresurados: «Abajo los generales traidores! Viva Negrín!», «Fuera de España los italianos», y aún esta otra con alusión al generalísimo: «Paco Tortuga: te mataremos. Los Invisibles». Innecesario es describir la desesperación de las autoridades falangistas contra «los invisibles» que además eran inatrapables.

También los guerrilleros españoles eran especialistas en propalar noticias desmoralizadoras para el enemigo. Por donde quiera que iban llevaban rumores de derrotas de las armas franquistas. En una oportunidad un pueblito de la provincia de Toledo fue escenario de uno de tantos episodios en los que la astucia y la audacia de los guerrilleros se emparejaban. Dos de ellos cruzaron el tajo y llegaron a la aldea referida disfrazados de soldados franquistas y fingiendo que huían despavoridos gritaron por las calles:

«-¡Los rojos ya han atravesado el río y se dirigen hacia aquí! ¡Sálvese quien pueda!».

La estratagema tuvo éxito y en menos de de veinte minutos las casas quedaron vacías de fascistas y el pueblo sin autoridades. Cuando se advirtió que todo había sido un engaño y volvieron al pueblo lo burlados fugitivos, los presos republicanos que había en la cárcel estaban en territorio leal.

Pero tal vez la más importante de las tareas de propaganda resida en difundir y explicar en la retaguardia enemiga, y para la población subyugada, los objetivos políticos y patrióticos de la guerra. El siguiente ejemplo, tomado también de la guerra de España, aunque referido a las condiciones particulares que ella implicaba, tiene valor para el estudio de las guerrillas:

Un grupo de cincuenta guerrilleros que marchaba de regreso al territorio leal después de veinte días de permanencia en la parte fascista de la zona de Badajoz, encontró en su camino un apretado caserío ocupado por más de veinte familias de labradores. El jefe del grupo, apremiado por la necesidad de alimentar a su gente, ordenó el alto y dispuso que el poblado fuera rodeado. Luego se dirigió con el comisario político y un guardia la centro del mismo, pidiendo a los vecinos que se reuniesen y advirtiéndoles amistosamente que no sufrirían ningún daño, más o menos, estas frases, reconstruidas aquí para dar ejemplo de la aplicación, tan frecuente en la lucha de guerrillas, de conocimiento y aptitudes políticas:

– «Trabajadores compatriotas: los guerrilleros republicanos tenemos la satisfacción de estar entre vosotros. Hace veinte días que recorremos la tierra española franqueada a italianos y alemanes. Hemos visto las penosas condiciones de vuestra existencia y sabemos que se han rebajado vuestros jornales al tiempo que aumentan los impuestos. En nuestro lado no existen ya más duques con cincuenta mil hectáreas, ni lo guardias civiles castigan a los trabajadores. Es para conservar estas y muchas otras conquistas obtenidas por el pueblo y la República en 1936 que hemos formado nuestro ejército popular en cuyas filas luchamos los guerrilleros españoles que hoy os ofrecemos nuestra ayuda para expulsar de España a moros, alemanes e italianos y construir una patria libre y feliz».

Pocas palabras más y los habitantes del caserío premiaron la alocución del comisario político con una salva de aplausos. Después de eso fu difícil arreglar los detalles de una rápida comida, servida en los mismos puesto de guardia de los guerrilleros.

También fue necesario en las mismas escuelas analizar acciones de experiencia negativa, cuyos malos procedimientos técnicos motivaban el fracaso o cuyos deficientes métodos políticos significaban una pésima propaganda indirecta. He aquí un ejemplo:

Un grupo de veinticinco guerrilleros había cruzado el río Guadalquivir -línea de separación de ambos ejércitos en la provincia de Córdoba- con la misión de detener y asaltar un tren enemigo que debía pasar entre Montoro y Villa del Río, destruirlo y apoderarse de prisioneros de importancia y correspondencia. El grupo llegó sin dificultades al lugar de la vía elegido para la colocación de la carga explosiva y luego de haberla puesto, esperó muy cerca de allí, convenientemente agazapado, el paso del ferrocarril. Porque la carga no fue lo suficientemente poderosa y porque los guerrilleros no calcularon acertadamente la inercia del convoy ni el declive del terreno, el tren, ligeramente averiado, se detuvo cuatrocientos o quinientos metros más adelante del lugar en que se había colocado el explosivo y en que estaban ocultos los guerrilleros. Los viajeros del tren, se apearon de los vagones; pero apenas lo hicieron, tuvieron que poner pies en polvorosa porque los guerrilleros les hicieron, a distancia, varias descargas de fusiles automáticos al bulto, sin reflexionar sobre los inconvenientes de herir o matar, como sucedió, a elementos de la población civil en quienes había que despertar simpatía. Posteriormente no hubo dificultades en incendiar el tren ni en apropiarse de la bolsa de la correspondencia y si no se tomaron prisioneros fue porque el grupo estaba impedido de aventurarse en una persecución prolongada.

Cuando se hizo la crítica del episodio, las muertes ocasionadas inútilmente entre los viajeros, fueron señaladas como el principal error, dando motivo a que el teniente jefe de grupo recibiera una sanción severísima.

LAS ACCIONES DE GUERRILLAS. LA INFORMACIÓN

(…) El Jefe del VIII Cuerpo de Ejército republicano, en el sector de Pozo Blanco de la provincia de Córdoba, solía llamar a un jefe de guerrillas antes de iniciar un ataque y le ordenaba la captura de dos o tres prisioneros que habían de buscarse en la zona elegida para las próximas operaciones. De este modo completaba su conocimiento de la situación enemiga en vísperas de la ofensiva proyectada. Como el sistema se extendiera a otros frentes, Franco se vio precisado a prohibir que sus oficiales salieran solos o en grupos indefensos durante la noche. (…)

HAY QUE APRENDER A TIRAR

(…) Un ejemplo de la guerra de España, vivido por el autor de este trabajo en la época en que era instructor de una brigada, viene al pelo para demostrar a los excesivamente optimistas e imprudentemente incautos la importancia de la instrucción de tiro. En un sector del frente de Teruel, a fines de 1936, las posiciones republicanas estaban guardadas por la 1ª Columna Confederal de Levante, transformada en 82 Brigada Mixta cuando las milicias de los primeros días se organizaron en ejército. En esa unidad formaban soldados y cuadros, necesariamente improvisados por el pueblo, fogueados en diversos combates y con varios meses sobre las armas. Sin embargo, había entre ellos un elevado porcentaje que no sabía tirar con puntería ni siquiera aproximada. Fue necesario instruir a esos hombres, que llevaban largo tiempo en las trincheras, en los principios elementas de la puntería, en el conocimiento de la línea de mira y en los procedimientos de apuntar y tirar. (…)

LAS GRANADAS DE MANO

(…) La guerra moderna ha demostrado el poder de las granadas de mano en la destrucción de los tanques enemigos. Para estos fines se emplean cinco o seis granadas unidas en rosario que se arrojan a la parte inferior del tanque o vehículo blindado, previamente rociado con una botella de gasolina, si se quiere, además, incendiarlo.

Es conocido el episodio de los primeros tanques fascistas que se acercaron a Madrid en noviembre de 1936, provocando el temor de sus defensores. El mando republicano estimó conveniente en esas circunstancias, exhibir profusamente un film soviético -«Los marinos de Cronstadt»- que mostraba escenas del ataque a tanques por hombres aislados que se arrastraban hacia ellos, o que agazapados en el terreno esperaban que se pusieran a su alcance de su rastra de granadas. El ejemplo surtió efectos, y a la salida de los cines madrileños se inscribían voluntarios para las primeras brigadas antitanquistas, que contuvieron y destrozaron en las afueras de la ciudad  las pesadas máquinas enemigas. (…)

ALGO SOBRE EXPLOSIVOS

(…) Las granadas de mano que construían los guerrilleros españoles antes de establecer enlace con el Ejército Popular, eran en extremo rudimentarias, pero aún así cumplían su cometido en golpes de mano y en acciones defensivas. Es conveniente describirlas porque ellas dan un ejemplo de lo que puede la iniciativa del guerrillero:

En una pequeña lata cilíndrica de conservas, de las que sirven de envases, por ejemplo, a las compotas de frutas, los guerrilleros introducían remaches, tuercas, tornillos y pequeños trozos de hierro, de manera que estuvieran distribuidos por igual en el fondo y en las paredes de la lata. Para obtenerlo así, y para ofrecer una mayor resistencia a la expansión de los gases, agregaban enseguida tierra que hacía presión sobre los hierros manteniéndolos más o menos adheridos a dichas paredes; y en un hueco de esta tierra se colocaba un cartucho con el explosivo en el que previamente se habían metido un detonante y una mecha. Luego, era suficiente un fósforo o un cigarrillo aplicado a la mecha para obtener la explosión. (…)

Es sabido que los guerrilleros asturianos combatían con la dinamita, utilizándola como granadas de mano, y la lanzaban tanto con ésta como con la honda. La dinamita ofrece características particulares para su explosión: lo hace por el impacto de una bala, por influencia, cuando explotan a su lado otros cartuchos y por medio también de una mecha a la que debe agregársele un detonante. Una cápsula con algo menos de un gramo de fulminato de mercurio se mete en la dinamita y a esta cápsula se le fija la mecha. Encendiendo ésta la explosión tarda en producirse lo que la mecha en consumirse.

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López Silveira, Juan José. 1944. Guerra de guerrillas. Montevideo, Pueblos Unidos.